lunes, 29 de agosto de 2016

Libros


Me gustan los libros, así que yo en mi felicidad extrema, me pongo a comprar libros para leérselos a M. Yo me imaginaba la siguiente escena: yo sentada, con M acurrucado en mi regazo, mientras yo le leo un libro, y M se duerme tranquilamente, y nos quedamos los dos juntitos, apretaditos y dándonos calor. Momento de paz, tranquilidad y felicidad.

Pues no, a un bebé de un año, con una apetencia extrema por todo lo que sea de papel o cartón, no se le puede leer un libro. Porque lo que quiere hacer con el libro es comérselo, o arrancar páginas. Y para qué hablar de estar sentados acurrucados… si le cojo, se pone de pie en mis rodillas, quiere trepar por encima de mi cabeza usando mi tripa como trampolín, se da la vuelta y quiere bajarse de cabeza, o saltar, o alcanzar la lámpara. Vamos, que ni por asomo existe un momento de tranquilidad y paz. De felicidad sí, y de cansancio también. Si una parte de querer leer un cuento es poder sentar el culo de vez en cuando, para qué engañarnos. 
Aun así, no desespero y lo seguiré intentando, llegará un momento en que se aúnen los momentos y  M quiera que le cuenten cuentos, y acurrucarse conmigo y que le haga cosquillas en los pies. 
Por ahora, el único libro que le interesa es este con animales y diferentes texturas, porque le encanta  tocarlas con el dedo. Le gusta tanto que lo saca, lo abre, y pasa hojas  (en lenguaje de adultos, lo tira al suelo, lo aporrea un poco, lo abre, intenta arrancar hojas) 
 

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