En Semana Santa nos hemos ido a la playa. Ha sido nuestro primer viaje y primeras vacaciones casi en en dos años. Con un bebe, una cuna de viaje, la sillita, las maletas, y mil bártulos más por si acaso. La conclusión es que no se necesitan tantos bártulos, porque además colocarlos en el coche es un ejercicio de visión tridimensional espacial importante, para ver como se pueden ocupar todos los huecos disponibles, y no morir en el intento; pero sí se necesitan más bodies, más si puede llover y en secarse pueden tardar un poco.
Pero ha sido liberador, ver la playa, el mar, que M pusiera sus piececitos en la arena, y de paso, también toda la cara - no se mantiene sentado demasiado tiempo, y no soy tan rápida para sujetarle. Bueno y que me da la risa cuando veo que se cae, (tengo que aprender a priorizar su seguridad ;)).
Y los paseos por la playa, y comer viendo el mar, y ver la cara de asombro que ponía M con las cosas nuevas. A veces no sabes por qué se ríe, o qué ha visto que le gusta tanto, o la razón por la que se pone a parlotear feliz, pero es bonito verlo a través de sus ojos, e intentar ver lo que él mira.
Lo que no fue tan bonito, todo hay que decirlo fue el viaje de vuelta. Nosotros pensábamos inocentemente que se dormiría durante el viaje, ya que habitualmente, y aunque le cueste mucho dormir, era montarse en el coche y quedarse frito. Pero no, los caminos de M son inescrutables cuando se trata de hacer caso a lo que sus progenitores quieren, así que tocó llorar, parar el coche, volver a llorar, volver a parar el coche, que empezara a anochecer, que el sol deslumbrara, que aquí la menda lerenda no viera nada conduciendo..... un verdadero caos. Es en los momentos que pienso que tendría que existir el teletransporte.
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