La
verdad que es increíble ver crecer a un niño. M le falta poco para el año y
medio, y puede que haya niños que digan más palabras que él, o que hayan
empezado a andar antes, o que sepan comer solos ya, pero hacer este viaje con
él es maravilloso. Ver cómo aprende, cómo intenta hacer las cosas, como prueba
y se enfada, cómo va evolucionando es un regalo. Mi madre me decía hoy que me
tenía que haber cogido más tiempo de excedencia, y no puedo estar más de
acuerdo. Es muy complicado conciliar trabajando, quitando ya todo lo que te
pierdes; y porque la crianza es dura, es cansada, a veces es frustrante, unos
días estas llenas de dudas, otros días contenta porque ha salido bien. Hay días
en los que pienso destetar por las noches, hay otros días que me digo, un poco
más ya que M es feliz. Pero el global es maravilloso, con todos los miedos,
alegrías, frustraciones y dudas.
Esta
semana ha nevado, y me hacía especial ilusión enseñarle a M la nieve. Y aunque he
tenido que esperar a volver del trabajo, ha
sido un momento único. Porque M estaba eufórico pisando la nieve,
volviendo a pisar para deshacerla, hacer un charco, y salpicar un poco.
Y es
en estos días, cuando trabajar es complicado y se hace cuesta arriba, porque
tengo que ir con prisas en un momento así porque es tarde, tengo que comer,
luego se va el sol y haría más frío. Y me planteo si lo estoy haciendo bien,
porque M está ahora aprendiendo un montón de cosas nuevas, a soplar por
ejemplo, con lo que hace sonido con la
flauta, o burbujas en el agua con una pajita ( y le encanta, y se ríe, y lo
vuelve a hacer). Y son cosas que me da pena perdérmelas. Porque son momentos
únicos que no volverán a suceder.
La
verdad que la niñez es un momento precioso, y me encanta poder participar, con
M, porque como he dicho, es un verdadero regalo.