Que
duros son los lunes. Volver a levantarse pronto, coger el coche, estar en el
atasco – menos mal que sonando Wilco en la radio- y que suene el teléfono, tu
marido, contándote que había pus en el pañal y que M tiene la lilinga como una
morcilla. No sé si “lilinga” es un término aceptado o es una palabra de tantas
que al padre de M le gusta inventarse, pero es algo que siempre me ha gustado,
llamar a las cosas con los nombres que se inventa. Total, que tras la visita al
médico, no es pus, es algo sebáceo que se puede formar en el pene (¿a que
lilinga es más bonita como palabra?), que todos los niños tienen fimosis hasta
los 6 años, y que no hay que echar el prepucio para atrás. Y hay que echarle una cremita. Lo mejor de todo es que el padre va a la farmacia, y viene cargado con tres productos: la vitamina D, una crema con corticoide para la dermatitis atópica, y la crema que hay que echarle; el padre cree que la vitamina D es para curarle la brecha de la frente, la crema con corticoides para el pene, y ya no sabía explicarme para qué era el último producto.... menos mal que sabe hacer la declaración de la renta, porque de farmaceútico no tiene precio.
Y te das cuenta que cuando eres madre/padre de un bebé, tus conversaciones de padres incluyen siempre información sobre las caquitas, color, textura, frecuencia, o información sobre mocos o sobre el estado de salud.... y que la mejor noticia del día es que ha hecho caca, no tiene mocos, y se comporta como un niño feliz (que no es el caso de hoy, pero mañana será otro día).
Así que ahí estamos, saliendo del hoyo del lunes!
Así que ahí estamos, saliendo del hoyo del lunes!