J ha empezado la
guardería, y en una semana también han empezado los mocos. La llevaré al médico,
para ver que no tenga otitis, ya que se queja demasiado; pero el estar trabajando,
y con un niño malo, por lo menos a mí, hace que me sienta mal. Siento como una
especie de rechazo al hecho de tener que trabajar. Porque no entiendo por qué
tengo que trabajar y dejar a mi hijo enfermo en casa. Y por qué parece que
estamos deshumanizados, que los niños no importan, que “ya se pondrán bien”, o “es
normal que se pongan malos”, y los adultos siguen con sus vidas, los atascos,
el trabajo, estar volcados en sacar una tarea adelante, o una reunión…. No se,
es algo que no entiendo. Y aún así, me
levanto, cojo el coche y voy al trabajo.
Me tengo que
levantar muy pronto para llegar al trabajo, y hoy he tenido una hora de atasco.
Esto significa, que me voy de casa, sin ver a los niños despiertos, o darles un beso.
Sin desayunar con ellos, o bailar, reír, hablar. Con la casa a oscuras y sin
hacer ruido, tengo que salir de casa. Para estar pensando continuamente, “cómo estará
mi niña?” .
El malestar de J,
se suma a que como ha empezado la guardería, está pasando por el trance, de que
cuando la recojo, no se quiere separar de mí. Y de estar en brazos. Y de la
mano. Y sin perderme de vista. Porque ¿Cómo debe ser que veas que te dejan en
un sitio, que no conoces, con gente nueva, niños llorando, y que no sabes qué
va a pasar luego?. No me extraña que luego sea como una lapita. Y hasta que no
ve que no ve voy a volver a ir, no vuelve a estar más tranquila y vuelve a
jugar sin estar pendiente de donde estoy. También pasa, que cuando salimos de la guardería, es un drama tener que ponerla de nuevo en el coche, que la tengo que soltar, y se ve de nuevo sola....
Que los lunes son
complicados y un lunes, en septiembre, con la niña enferma, pues más.
Salida de la guardería y a dar teta, en el coche.